Las colinas del prosecco, una joya natural que ya es patrimonio de la Unesco


A 50 kilómetros al norte de Venecia y a unos 100 al sur de las Dolomitas se erige un tesoro natural, cultural e histórico de un extraordinario valor, las colinas de Conegliano y Valdobbiadene, llamadas colinas del prosecco y consideradas ya Patrimonio Mundial de la Unesco.

El pasado 7 de julio se convirtieron en el 55º lugar italiano inscrito en esta lista, en el curso de una ceremonia celebrada en Bakú.

Se trata de un territorio pequeño, compuesto por 15 municipios y más de 9.000 hectáreas, particularmente interesante de visitar por su verde paisaje y para descubrir los secretos del éxito de uno de los productos más característicos de la marca Italia: el prosecco, un vino espumoso, ligero, de sabor afrutado y muy refrescante.

UN TERRITORIO DE BELLEZA EXCEPCIONAL

Isidoro Rebuli, presidente de la llamada Strada del Prosecco e Vini dei Colli Conegliano Valdobbiadene -la primera ruta del vino italiano, de 120 kilómetros de viñedos y senderos- explica en declaraciones a EFE que “el reconocimiento de la Unesco es un premio a la labor que los hombres que trabajan esta tierra, de enorme belleza, realizan con mimo desde hace años”.

Las colinas del prosecco se encuentran en un anfiteatro natural, levantado entre Conegliano y Valdobbiadene, en la provincia de Treviso, la región del Véneto, al norte de Italia.

Treinta kilómetros de pendientes empinadas, llenas de viñedos, de senderos y caminos, un regalo de la naturaleza en la que se cultiva desde hace años el prosecco, que después es vendido a países de los cinco continentes.

“Es un territorio marginal en el que no se ha desarrollado la actividad industrial de otros lugares del norte del país, sino que hay una economía ligada a la vinicultura y al cultivo del prosecco”, subraya por su parte a EFE el presidente del consorcio empresarial de este vino de Conegliano y Valdobbiadene, Innocente Nardi.

El territorio ofrece además una gran cantidad de actividades turísticas durante todo el año, desde experiencias etnológicas, con degustaciones de productos locales y catas de vinos, hasta excursiones en bicicleta, paseos organizados y visitas a museos. “Antes del reconocimiento de la Unesco la zona ya era visitada, pero ahora estamos notando más turistas, gente que, por ejemplo, visita Venecia o las Dolomitas y se acerca a conocernos”, apunta Rebuli.

El objetivo es incrementar “un 20 % el número de turistas de forma anual, para llegar al millón entre 2020-2025″, dice.

CIFRAS DEL PROSECCO

Desde 2009, el vino que se produce en estos viñedos está considerado como prosecco de calidad superior y cuenta con la Denominación de Origen Controlada y Garantizada (DOCG), el mayor reconocimiento para los vinos italianos.

Su proceso de producción es particular. Las uvas Glera se recolectan y se prensan en bodegas para extraer el mosto, que se deja reposar en frío, entre 5 y 10 grados de temperatura y unas diez horas, y después se someten al proceso de fermentación.

Una vez conseguido el vino, se gasifica siguiendo el Método Charmat o método italiano, que somete a una segunda fermentación en tanques de acero inoxidable, donde se libera dióxido de carbono en forma de burbujas naturales.

En las colinas de Conegliano y Valdobbiandene, el vino es producido por familias y empresarios particulares, que han aprendido el oficio de sus padres y abuelos.

Las cifras son extraordinarias, en 2018 se produjeron más de 90,6 millones de botellas por un valor de negocio de 520,6 millones de euros, y más del 38,3 % de la producción se exportó a 140 países en los cinco continentes.

En Europa, los más compradores son Alemania y Reino Unido, y fuera de Europa, Estados Unidos.

QUEJAS DE LAS ASOCIACIONES AMBIENTALISTAS

La inclusión de las colinas de vides del prosecco de Conegliano y Valdobbiandene en la lista de la Unesco ha llegado después de que el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) despejara sus dudas por las críticas que organizaciones como Legambiente, Pesticides Action Network o WWF llevan años realizando sobre los efectos de la vinicultura intensiva y el uso de pesticidas.

La organización italiana Legambiente explica en un informe que es frecuente encontrar residuos químicos en los alimentos tras el uso de fungicidas e insecticidas utilizados en los viñedos.

La oncóloga Patrizia Gentilini, miembro de la asociación italiana Médicos por el Medio Ambiente, ha ido más allá y ha asegurado en diversas ocasiones que estas colinas se han convertido “en el símbolo de un monocultivo industrializado de vino, que hace un uso excesivo de pesticidas, cancela la biodiversidad, pone en riesgo la calidad del agua y la salud de las comunidades locales”.

Pero además de los pesticidas, las asociaciones condenan la erosión del territorio y la erradicación de árboles y setos para permitir el monocultivo de prosecco.

Según la Universidad de Padua, cuarenta toneladas de suelo están en riesgo de erosión cada año, lo que supone una cifra de 31 veces el límite permitido en ámbito europeo.

Rebuli rechaza que los pesticidas sea un verdadero problema en el territorio y explica que los 15 municipios se comprometieron a eliminar el glifosato desde el pasado 1 de enero, mientras que están reduciendo drásticamente el uso del resto de productos químicos con el objetivo de lograr su eliminación total.

Nardi, por su parte, niega la erosión del suelo y dice los informes “no tienen sentido” porque según los datos que manejan “en diez años habrían desaparecido todas las colinas”

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Fuente: EFETUR, Agencia EFE.




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