Sololaki, un barrio de Tiflis para viajar en el tiempo
Desde la Plaza de la Libertad de Tiflis, basta subir unos pasos para entrar en Sololaki y sumirse en el pasado. La vorágine de la ciudad se esfuma y el transeúnte cruza una barrera, casi mística, que separa el bullicio y acelerado ritmo urbano del presente de la apacibilidad de épocas pretéritas.
En este barrio la gente vive sin las prisas y afanes propios de una capital y, aunque no tiene monumentos propiamente, cada uno de sus portales, de sus edificios y calles son, sin duda, merecedores de esa condición.
Origen árabe
El origen del nombre del barrio se remonta a la Edad Media, cuando Georgia fue conquistada por los árabes. Sololaki proviene de Sululah, nombre que dieron los conquistadores a un canal por el que fluían las aguas de las vertientes de las montañas que rodean Tiflis.
El Sololaki de hoy se conformó entre mediados del siglo XIX y los años 20 del pasado siglo, cuando Georgia era ya parte del Imperio ruso. Para entonces se había convertido en un barrio de élite, un imán para la burguesía y la aristocracia georgiana.
No había familia acomodada de país que no tratara de construir una mansión de estilo occidental, pero distinta de las demás, para dejar su impronta y añadir colorido a la ciudad. Cada edificio es testigo mudo de los secretos, alegrías y pesares de sus moradores.
“Yo pido a los turistas que toquen los muros de las casas, que entren en sus portales y cierren los ojos durante varios segundos para poder percibir la respiración del tiempo”, dice a Efe la guía turística Irina Baramidze, que habitualmente acompaña a visitantes extranjeros en el recorrido por Sololaki.
En la calle Kikodze destaca la única villa italiana de Tiflis, calcada de una de los Apeninos por los Sapundzhián, una familia de comerciantes armenios que huyó de Georgia nada más sentir los aires de la Revolución de 1917 que llevó a los bolcheviques al poder en Rusia.
La mansión fue confiscada por el poder soviético que se instauró en el país en 1921 y que puso fin a los tres años de existencia de la República Democrática de Georgia, surgida de las ruinas del Imperio ruso.
Lugar de reposo de la élite
Durante el breve período republicano, Sololaki albergó varias embajadas y también fue lugar de residencia de hombres de negocios que veían en Georgia un país ideal de tránsito de mercancías entre Asia y Europa.
Tras la llegada de los bolcheviques, la villa de los Sapundzhián fue ocupada por altos cargos, entre ellos Filipp Majaradze, quien llegó a ser presidente del Soviet Supremo de Georgia. También fue hogar de represaliados. Allí vivió el gran director de orquesta Yevgueni Mikeladze, fusilado a la edad de 34 años durante la ola de represiones estalinistas desatada en 1937.
No muy lejos, en la misma calle Kikodze, se encuentra un edificio que fue sede del consulado estonio, y que es famoso por la escalera de hierro forjado de su vestíbulo.
Las escaleras de caracol de los portales, los patios interiores, los balcones y, desde luego, los vecinos del barrio, le confieren a Sololaki un especial colorido, que lo convierte en uno de los grandes atractivos turísticos de Tiflis.
Se construyó como barrio residencial, por lo que prácticamente no había edificios públicos. Las excepciones eran los bancos, oficinas comerciales, tiendas y farmacias, que tradicionalmente pertenecían a alemanes, que comenzaron a llegar a Georgia a comienzos del siglo XIX.
En el actual número 30 de la calle Asiatiani, entre 1860 y 1868 vivió el famoso ingeniero alemán Walter Siemens, quien compaginaba los negocios de su familia con las labores de cónsul de la Confederación Alemana del Norte.
La empresa de Siemens se encargaba de las comunicaciones de los representantes de la Casa Imperial rusa en Georgia y tendió la primera línea de telégrafo de Tiflis.
Un viaje en el tiempo
Para comienzos del siglo pasado Sololaki ya era considerado el barrio más bello de la capital georgiana y su paisaje parece haberse quedado congelado en el tiempo. Al pasear por sus calles da la impresión de que en cualquier momento, a la vuelta de la esquina, aparecerá un carruaje tirado por caballos, y no un automóvil.
Los vecinos adoran su barrio y son contados los que se mudan a la modernidad. “Nací aquí y toda mi vida, 55 años, he estado en esta casa. Y no hay nada que me llevaría a dejar Sololaki”, dice a Efe el poeta y traductor Vladímir Sarishvili.
El escritorio de Vladímir está inundado de un mar de papeles y sus libreros, repletos de tomos, se elevan los cuatro metros que hay desde el suelo hasta el techo de su despacho. La casa de tres plantas donde vive se encuentra en un patio interior de la calle Asatiani y fue construida en el siglo XIX. Asegura que el pasamanos de la escalera “recuerda el tacto” de todas las personas que alguna vez vivieron allí.
Cuenta que en esa misma vivienda pasó su infancia el director de cine y teatro Rouben Mamoulian (1897-1987), realizador de películas como The Mark of Zorro (1940) o Blood and sand (1941).
Vladímir interrumpe su relato para saludar desde la ventana con la mano a un vecino del patio italiano, como denominan en Tiflis este tipo de espacios interiores donde los moradores de las casas que dan a él comparten penas y alegrías, celebran bodas y funerales, como una gran familia.
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