Hoteles marcados por la tragedia



Solo 24 horas después de que una habitación de hotel haya sido limpiada tras ser testigo de la muerte violenta de uno o varios de sus huéspedes vuelve a estar a disposición del público. Y es que, en la mayoría de los casos, la trágica historia que esconden no trasciende, lo que permite que el cliente disfrute de una placentera estancia en estos hoteles entre bombones, sábanas de algodón y baños de espuma. Dicen que ojos que no ven corazón que no siente, ¿no?
Hay viajeros, sin embargo, que movidos por el morbo, buscan a conciencia adentrarse en este tipo de experiencias -singulares y un tanto aterradoras-, para meterse en la piel de una víctima que, tiempo atrás, perdió la vida en ese mismo escenario.
Para ellos, descubrirnos el lado más amargo de algunos de estos espacios en los que, en estas fechas próximas al día de Todos los Santos y a la popular fiesta de Halloween, es posible alojarse.

Cuando muere un huésped en el hotel

Para que los huéspedes puedan disfrutar de una plácida estancia tras un suceso trágico existen empresas como Limpiezas Gonzalez Hellin, de Albacete, que se encargan de ejecutar lo que casi nadie puede: borrar las huellas que deja la tragedia. Un trabajo que, en palabras de su gerente, Manuel González, requiere formación “y mucho estómago”.
En lo que va de año, esta empresa ha realizado un total de 200 limpiezas de muertes traumáticas. De ellas, 20 se han producido en hoteles, y es “el año que mayor número de limpiezas” han realizado en este tipo de establecimientos.
Al tratarse de hoteles, dice, existe un protocolo concreto que comienza con la información sobre la cantidad de sangre que ha perdido la víctima porque, si es mucha, “debe inhabilitarse toda la planta del hotel”. También es importante conocer el modo de la muerte porque, según el experto, no es lo mismo “un tiro con escopeta que desangrarse tras cortarse las venas; la limpieza es muy diferente”.
Ya informados, un equipo de cuatro personas -tres limpiadores y un fumigador- se adentran en la habitación del hotel para proceder a la desinfección ataviados con monos blancos, guantes, botas de hierro y mascarillas.
El primer paso consiste, dice, en meter bombonas de gas ozono que purifiquen el espacio y permitan asegurar la zona de las posibles enfermedades -como hepatitis- que sufriera la víctima. Después, prosigue, se retira la sangre con productos específicos tras haber sido tratada con vapor a más de 360 grados.
“Después, hay que cerrar la habitación durante 24 horas y, tras ello, vuelve a estar operativa”, reconoce el experto.
Una vez que la dirección del hotel verifica el trabajo, González y su equipo se van por donde han venido, sin echar la vista atrás porque, asegura, “es mejor no implicarse ni recibir detalles de lo que ha sucedido”. “Llegamos, limpiamos y nos vamos”, explica.
González revela que, en los hoteles, las muertes trágicas más comunes son los suicidios que, en su mayoría, “se producen en el baño” porque allí, quizás, “se siente una mayor intimidad”. Respecto a los asesinatos producidos en este tipo de establecimientos, “en el 99% de los casos” la víctima es una chica joven, de entre 20 y 30 años, que muere a manos de “chavales con mala cabeza”.
Con profunda tristeza, el entrevistado recuerda algunos de los casos más duros a los que ha tenido que enfrentarse, como el de aquel joven que acababa de aprobar las oposiciones a juez y se cortó las venas en un piso de Granada; o el de aquella niña a la que mataron en un hotel que no puede desvelar pero en el que recuerda haber experimentado “cosas muy raras: ruidos, grifos que se abrían…”, declara.
Esta empresa, que en sus inicios realizaba limpiezas comunes y que ahora trabaja en exclusiva con juzgados, Guardia Civil y Policía Nacional, registra su mayor pico de trabajo en verano y Navidad. Por regiones, González desvela que son Zaragoza y Valencia los destinos con mayor número de suicidios, y Málaga y Madrid donde más crímenes se comenten.

Imagen de una pistola tras efectuar un disparo. Foto: Pexels
Imagen de una pistola tras efectuar un disparo. Foto: Pexels
González, que en el momento de la entrevista se encontraba limpiando en una casa particular de Almansa donde “un chaval fue asesinado en una bañera”, reconoce antes de despedirse que este trabajo “no siempre es fácil” porque graba en la retina imágenes “muy impactantes”. Sin embargo, dice, si sirve para aliviar el dolor de un familiar, “habrá merecido la pena”.
Pero, ¿por qué se elige un hotel para morir?
¿Qué ofrecen los hoteles a suicidas y asesinos que no les proporciona su propia casa? A juicio del catedrático de Derecho Penal y director del Instituto de Criminología de la Universidad de Sevilla, Borja Mapelli, es importante tener en cuenta que los  delincuentes “suelen buscar un lugar de comisión del delito que les sea favorable”.

Pese a que, en un principio, la víctima pueda sentirse más protegida en un hotel “porque considerar que le resultará mas fácil pedir ayuda”, lo cierto es que existen “aspectos que debilitan la defensa”.
En primer lugar, explica, la habitación del hotel “es ajena a la víctima”, lo que hace que ésta se encuentre “desubicada y más vulnerable” que en un espacio conocido. Esta debilidad, dice el experto, “siempre es empleada por el asesino a su favor”.
Además, prosigue, existen otras ventajas: en estos espacios no es preciso movilizar el cadáver, el crimen no será descubierto hasta varias horas después y no hay riesgo de que aparezca un pariente o vecino inoportuno. Además, si se ha tenido la precaución de dar un nombre falso al hacer el check-in, la investigación resultará siempre más compleja que en el propio domicilio. “Todas estas razones operativas hacen de éstos, lugares propicios” para cometer un delito de sangre, argumenta.

Una pistola sobe una mesilla de mesa. Foto: Pexels
Una pistola sobe una mesilla de mesa. Foto: Pexels


Lo que, a priori, puede parecer un estigma no siempre lo es: bien porque la confidencialidad sea tal que el caso nunca trascienda; o bien porque el alojamiento vea en éste un filón de atracción turística. Sobre esto último, el catedrático de Derecho Penal señala que no son pocos los que sienten “una atracción fatal” hacia todo lo que rodea al mundo criminal.
Comprar objetos que han formado parte de la escena del crimen, visitar a asesinos famosos en las cárceles o, incluso, casarse con ellos son “comportamientos difíciles de explicar” pero que, sin embargo, suceden.
Ante esta conducta del público, son muchas las empresas especializadas que hacen negocio, ofreciendo a los morbosos la posibilidad de “visitar los lugares donde se ha cometido un crimen o de dormir en la cama en la que fue estrangulada la víctima”, concluye.

Hoteles con estigma

Entre los casos más recientes de los que se han registrado en nuestro país está el que se produjo recientemente en el hostal El Cairo de Sevilla, en la calle Reyes Católicos de la capital hispalense, en el que dos turistas franceses de 21 y 23 años pactaron su suicidio quemando carbón de barbacoa en una papelera y sellando los orificios de aire del baño. Ambos, aficionados a teorías esotéricas, llegaron a la ciudad andaluza el pasado 12 de octubre con la idea de disfrutar aquí de sus últimos días de vida.
También el Hotel Reyes Católicos de Madrid lleva esa cruz. En la madrugada del 2 de julio de 1998, Fernando Alberto Rivero Vélez perpetró un doble homicidio en el descansillo del establecimiento, con una escopeta de cañones recortados. El objetivo era robar a sus víctimas: Rubén Darío Vallína, de 20 años y recepcionista del hotel; y de Juan Ignacio Arranz, huésped de 37 años de edad.
Fuera de nuestras fronteras, el Hotel Mandalay Bay de Las Vegas se hizo famoso el 1 de octubre de 2017 por alojar en una habitación del piso 32 a Stephen Paddock, que asesinó a 58 personas e hirió a más de doscientas mientras disfrutaban del festival al aire libre Route 91 Harvest. Posteriormente, el autor del tiroteo se quitó la vida en esta misma habitación del hotel.


Vista de una ventana destrozada en la fachada del hotel Mandalay Bay, Las Vegas. Foto: EFE/Paul Buck
Vista de una ventana destrozada en el hotel Mandalay Bay, Las Vegas. Foto: EFE/Paul Buck


El Hotel Cecil de Los Ángeles también registra en su expediente un trágico episodio: la muerte de la joven canadiense Elisa Lam. Su cuerpo fue encontrado por el equipo de mantenimiento del hotel -sin signos de violencia- en una cisterna ubicada en la azotea, después de que varios huéspedes se quejaran del mar sabor del agua del grifo. Pero he aquí el misterio: una grabación muestra las últimas imágenes de Lam en el ascensor del hotel con un extraño comportamiento, paranoica y con un ataque de pánico. No había restos de droga en su organismo y no parecía sufrir ninguna enfermedad mental por lo que las autoridades no pudieron esclarecer lo sucedido.
En Ámsterdam, los viajeros más morbosos pueden alojarse en el Hotel Prons Hendrik, donde el famoso músico de jazz Chet Baker, tras una gira de conciertos, se recluyó en una habitación para lanzarse al vacío desde su ventana en 1988.
También el famoso dj Tim Bergling, más conocido como Avicii, se quitó la vida el pasado 20 de abril utilizando el cristal de una botella rota. El escenario elegido por el artista de 28 años fue el resort Muscat Hills, en Mascate (Omán).
El Hotel Beau Rivage de Ginebra fue el escenario de la muerte por apuñalamiento de la emperatriz Isabel de Austria, más conocida como Sisi, el 10 de septiembre de 1898. Casi 100 años después, apareció muerto en la bañera de su habitación 317 el político alemán Uwe Barschel.
También el hotel Chelsea de Nueva York es conocido por su trágico pasado. Aquí, el músico inglés Sid Vicious, miembro de los Sex Pistols, apuñaló a su novia, Nancy Spungen, que murió desagrada en el baño de la habitación el 12 de octubre de 1978.
El hotel Le Chambard, en la región de Alsacia, también fue testigo del suicidio por ahorcamiento del popular chef estadounidense Anthony Bourdain, de 61 años, que se quitó la vida el pasado 8 de junio.
Y terminamos en el prestigioso Hotel Hilton de Londres, donde el pasado 15 de enero de 2018 se confirmó el fallecimiento de la cantante Dolores O’Riordan, vocalista de la banda de rock The Cranberries, en la bañera de su habitación por intoxicación de alcohol.
Personas, todas ellas, que cruzaron el umbral de la puerta para disfrutar de un descanso que se convirtió en eterno. Después, cada hotel decide: poner en valor su estigma o, simplemente, esperar a que el tiempo haga su labor y borre las secuelas de la trágica historia que acogió.


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