El Golfo de Chiriquí, una joya natural de Panamá


Ubicado en el extremo noroccidental del Pacífico de Panamá, próximo ya a la frontera con Costa Rica, el Golfo acoge el Parque Nacional Marino, creado en 1994 para proteger un área de más de 150 kilómetros cuadrados, e incluye las islas Paridas, de fácil acceso desde Boca Chica, un pequeño puerto situado a poco más de una hora de la ciudad de David.

Un paraíso natural en Panamá

Son dos docenas de islas boscosas y numerosos islotes y farallones donde anidan miles de tortugas marinas de diversas especies desde comienzos de julio.

Pero donde también pueden avistarse decenas de ballenas jorobadas y piloto en su temporada de cría (entre agosto y diciembre), lejos de la presión del flujo de navíos en tránsito hacia el Canal de Panamá.

Además están las islas Secas, una docena de pequeñas extensiones de propiedad privada, pero a cuyas playas, de titularidad pública, se puede acceder por mar en cualquiera de las embarcaciones que ofrecen recorridos turísticos desde Boca Chica o desde cualquiera de los establecimientos hoteleros de la costa.

El capitán Chichi, un veterano en la pesca deportiva, maestro de una generación de navegantes en el Golfo, explicó a Efe que el Golfo de Chiriquí es uno de los mejores lugares del mundo para la captura del marlín, con ejemplares que rondan los 200 kilos.

Imagen de la costa en el Golfo de Chiriquí (Panamá). Foto: EFE/Alfredo Aycard

Imagen de la costa en el Golfo de Chiriquí (Panamá). Foto: EFE/Alfredo Aycard

Esos peces son las estrellas de una fauna marina que en el golfo chiricano incluye especies como los gigantescos pargos de 22 kilos de peso (ejemplares que cuentan con 50 años de edad, pues engorda medio kilo cada año de vida).

Pero también delfines, mantarrayas, tiburones martillo y arrecife de punta blanca y todas las especies que se refugian en el coral, entre ellas los vistosos peces loro y el pez trompeta, fácilmente visibles en unas aguas que pasan del azul turquesa al celeste en una gama de matices continua.

Contemplar las profundidades marinas

Las aguas claras y generalmente en calma convierten las islas en un lugar excelente para la práctica del esnórquel. Es además un lugar privilegiado lugar para el avistamiento de aves.

En un solo día se pueden contabilizar 50 especies distintas en los alrededores de Cala Mía, un hotel ecológico situado en la isla Boca Brava donde marcan el amanecer los gritos de los monos aulladores. En su entorno anidan águilas, halcones, varias especies de colibríes, ostreros y se encuentran con facilidad correlimos, oropéndolas, mosqueros y tángaras.

Un colibrí en reposo en el Golfo de Chiriquí (Panamá). Foto: EFE/Alfredo Aycard

Un colibrí en reposo en el Golfo de Chiriquí (Panamá). Foto: EFE/Alfredo Aycard

Las islas alternan bosques, playas solitarias, y manglares, protegidos ahora tras décadas de devastación, que crean pasillos marinos por los que se desenvuelven mapaches, ardillas y monos aulladores, entre otras especies de mamíferos.

Considerados el origen de la vida, en ellos conviven entrelazados 4 de las 11 especies de mangle que pueden encontrarse en Panamá, denominados en la jerga local caballero, gateador, mariquita y salado.

El silencio de unas islas prácticamente deshabitadas que disfrutan de un clima tropical, se suma a la falta de luminosidad para permitir la observación nocturna de un cielo en el que adquiere toda su dimensión la denominación de Vía Láctea.

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