El turista experimental


Y puestos a ponernos desafíos, hagámoslo a lo grande. ¿Y si emulamos a Genghis Khan? Una propuesta de Responsible Travel propone llevar a cabo un entrenamiento guerrero, a imagen del conquistador mongol que unificó en el siglo XIII a las tribus nómadas de esta etnia del norte de Asia, fundando el imperio contiguo más extenso de la historia.

Como apuntan en la descripción de esta esforzada propuesta viajera, “sumérjase en la cultura, los paisajes y las leyendas de Mongolia, y descubra si tiene lo necesario para ‘ganar sus espuelas’ a la sombra de Genghis Khan”.

Así, proponen un recorrido por los museos para obtener el conocimiento histórico y militar, y ya posteriormente -vestido como un guerrero de la época- comenzar un entrenamiento de tres días en el que aprender desde fabricar arcos y flechas (y lanzarlas a caballo), hasta técnicas de lucha, tácticas de batalla o preparar armamento. Para hospedarse puedes optar por el Chinggis Khan Hotel o por alguna tienda al más puro estilo guerrero, donde completar toda una formación que incluye un certificado con el que regresar a la paz del hogar.

Voluntariado en Camboya

Si el espíritu es más pacífico y la pasión es ayudar, en la misma web proponen un voluntariado con osos en Camboya. Un centro de rescate de esta especie cuida de 130 ejemplares a los que los voluntarios ayudarán a alimentar, cuidar de su entorno y construir nuevas infraestructuras. Según los organizadores del viaje, se trata de una especie muy afectada por el mercado negro y las consecuencias de la deforestación masiva, por lo que es necesario crearles un entorno seguro, con la vegetación y el agua que necesitan para su supervivencia.

El agua cristalina y fina arena de Bocas del Toro, Panamá. Foto: José Miguel Pascual

El agua cristalina y fina arena de Bocas del Toro, Panamá. Foto: José Miguel Pascual

Los voluntarios se alojan en un área rural a 30 minutos del centro, en habitaciones y baños compartidos y tienen incluida la formación y el entrenamiento para poder afrontar el trabajo en un centro al que acuden numerosas visitas escolares, en las que los más pequeños pueden aprender y concienciarse sobre el respeto al medio ambiente y, por supuesto, de las especies en peligro.

Si en realidad el deseo de desconectar del día a día es extremo, otra de las propuestas es sobrevivir en una isla desierta en Panamá. Sin cámaras delante ni reality show por medio, sus creadores ofrecen un periodo de formación, la entrega de unas herramientas básicas para sobrevivir y una inmersión segura en la naturaleza. Pero como no dejan de ser una vacaciones, los organizadores explican que los primeros cinco días se duerme confortablemente en tiendas y se recibe entrenamiento. Es en los últimos tres días cuando la capacidad de auténtico náufrago se ponen a examen… con la salvaguarda eso sí, de tener un teléfono satélite por si no se ha sido un alumno aplicado y le falla alguna técnica primitiva.

Hoteles sin comparación

Sin comparación posible. Imagina elegir como destino la región finlandesa de Laponia y que una vez en el país te encuentres a unos 250 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. Allí espera Kakslauttanen, un hotel familiar que entre su oferta incluye increíbles iglús con techo de cristal. El espectáculo nocturno está garantizado, tal y como lo atestiguan las imágenes colgadas en su página web. El aeropuerto más cercano está a solo 30 minutos (Ivalo) y el hotel se encuentra a las puertas del Parque Nacional de Urho Kekkonen. Según la información de sus propietarios, “el entorno es uno de los más limpios del mundo. Puede beber agua directamente de los arroyos de las montañas y de los lagos y sentir la pureza del aire en los pulmones”.

Reed de iglús del complejo hotelero en la Laponia finlandesa. Foto: Kakslauttanen Arctic Resort

En las cercanías también hay saunas de humo (la más grande de ellas es la mayor del mundo, con una capacidad de hasta 100 personas) y en los restaurantes del complejo se puede disfrutar de la cocina local lapona y conocer su bar de hielo. Otra opción es sentarse a la mesa en la Casa de Celebraciones de Papá Noel, donde se pueden organizar comidas, bufetes y otros eventos. Y, como explican en su web, no hay excusa: si no puede alojarse, hay recorridos para visitar los iglús y al menos vislumbrar el paraíso boreal.

La atracción del miedo

Para terminar, nuestro turista experimental puede decantarse por un lugar ya convertido en centro de peregrinación turística, a medio camino entre la curiosidad y el placer del escalofrío. Se trata de la isla de las Muñecas, en México, que así se llama por la historia de una niña ahogada y el hombre que la encontró, Julián Santana, que rescató del agua una muñeca y la colgó de un árbol en forma de homenaje al espíritu de la fallecida. De ahí a la obsesión no había más que un paso, y Santana comenzó a adornar la isla con muñecas rotas, a cada cual más espeluznante.

Llevada a la fama popular por la película María Candelaria, de Emilio Fernández, es lugar de encuentro de los turistas experimentales, que llegan hasta ella en una trajinera (barcaza de fondo plano para navegar en aguas poco profundas) y pueden visitar, además de las centenares de muñecas, un pequeño museo sobre el dueño y la isla, así como depositar ofrendas. Cosa que muchos hacen… por si acaso.

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