Chernobyl o Puerto Hurraco, de la tele al Turismo Oscuro
Es el Turismo Oscuro. Ya sea en Chernobyl, en Puerto Hurraco o en una frontera cruzada de forma ilegal. Destinos que recrean, enseñan o tratan meramente de impresionar a los turistas que buscan experiencias y sensaciones.
Recrear el drama que viven muchas personas en la frontera de EE.UU. y México en un “tour experimental” con actores disfrazados de policías mientras los turistas cruzan la frontera por la noche, visitar la cueva Tham Luang, donde quedaron atrapados doce niños tailandeses, o los escenarios de los genocidios de Ruanda o Camboya son algunos de los destinos del llamado “turismo oscuro”.
La ruta “Helter Skelter” que recorre en Beverly Hills los lugares de los crímenes de Charles Manson y sus seguidores o los “narco tours” que en Medellín recuerdan a Pablo Escobar se han convertido también en lugares de ocio y entretenimiento.
La palabra “tanatoturismo” es un ‘oxímoron’ o figura retórica que utiliza dos conceptos de significado opuesto en una misma expresión, en este caso, mezcla el turismo concebido como una actividad relacionada con “el placer y el disfrute y el dolor, el sufrimiento y la muerte”, según explica Daniel Liviano, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y estudioso del tema.
Aunque nos parezca reciente, este fenómeno es “muy antiguo” porque al ser humano “siempre le ha atraído la muerte” y ya en la Inglaterra del siglo XVII se preparaban tours para ver ejecuciones públicas con gran éxito de espectadores y, en Francia, las muertes por guillotina tenían innumerables seguidores.
El gran auge experimentado por el turismo en el siglo XX ha llevado a algunos operadores turísticos a explotar y rentabilizar “el morbo” del ser humano por la muerte.
Lejos de espantar a los turistas, la miniserie Chernobyl, el último éxito de HBO, ha incrementado el número de personas que visitan la ciudad fantasma de Prípiat y la zona de exclusión establecida tras el accidente de la central nuclear, pese a que la serie narra el desastre ocurrido allí, la pésima gestión de la catástrofe y las consecuencias que se derivaron de ella.
Las previsiones para este año apuntan a que unos 100.000 turistas visitarán Chernóbil, doblando las cifras registradas en el año 2017.
En internet, se pueden encontrar anuncios de excursiones a Chernóbil que animan a los viajeros a ver los “devastadores efectos que tuvo el accidente de Chernóbil en los lugareños” y otros que por 391,95 euros por persona proponen sumergirse en la zona con un guía experimentado, un traje contra la radiación y su propio contador Geiger, que permite medir la radiación de un lugar.
Liviano ha asegurado que el “tanoturismo” es un fenómeno “complejo y heterogéneo” en el que las motivaciones de los turistas son muy diferentes, así como los destinos y actividades realizadas.
Este tipo de turismo, para muchos “macabro”, puede tener una motivación moral o espiritual, cuando se busca visitar el escenario de una tragedia o un genocidio para mostrar empatía con las víctimas, recordarlas y honrarlas.
Sería el caso de las visitas a los campos de concentración, como el de Mauthausen, que también pueden tener una vertiente pedagógica aunque se dan casos de personas más “frívolas e irrespetuosas” que se hacen selfis en los crematorios o junto a los carteles.
La fascinación y la curiosidad morbosa es otra motivación que arrastra a los turistas a estos lugares, incluso la “alegría por el sufrimiento ajeno” o ir a un sitio para asegurarse que la gente que sufrió allí recibió “su merecido”.
La búsqueda de diversión relacionada con la muerte es un incentivo para algunos, mientras que otros visitan estos lugares sin una motivación concreta, solo porque está de moda o incluido en un paquete turístico, lo que lleva a mucha gente al Valle de los Caídos, según este estudioso del tema.
La lista de destinos para este “turismo oscuro” es interminable y también incluye, según Liviano, museos sobre torturas, prisiones, como la de Alcatraz en San Francisco, cementerios o lugares de catástrofes naturales como Pompeya.
En España, también tenemos nuestros destinos “oscuros” como Puerto Hurraco (Badajoz), donde en 1990 unas rencillas familiares se cobraron nueve muertes, o Alcàsser, la población valenciana donde tres adolescentes fueron macabramente asesinadas, que son visitadas por turistas que quieren ver dónde ocurrieron las tragedias. Los habitantes de ambas localidades “están bastante enfadados” con esta situación y “no les gusta que vaya gente a husmear o preguntar dónde ocurrió la tragedia” y tampoco la fama que se les ha quedado “por unos hechos puntuales”.
Liviano incluye en el “turismo oscuro” nacional las celebraciones en Semana Santa, las visitas al Valle de los Caídos o a escenarios de la Guerra Civil, como Belchite (Zaragoza) o Corbera d’Ebre (Tarragona). EFE
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Fuente: EFETUR, Agencia EFE.