Córdoba y los rincones aceitunados de la Subbética



  • Los vecinos de la provincia andan sumidos en esta época del año en la recolección de la aceituna, que consagran a producir el afamado aceite de variedades como Picual u Hojiblanca.
  • Lucena sorprende por su monumentalidad y su belén viviente; mientras que Bujalance esconde un precioso retablo renacentista en la iglesia de la Asunción.
  • Zuheros destaca por sus calles sinuosas, sus viviendas de un blanco impoluto y sus rutas senderistas.
Patio cordobés
La recolección de la aceituna concita gran parte de la energía de Córdoba. En esta época del año los vecinos de Bujalance, Lucena o Cabra andan sumidos plenamente en esa actividad fundamental para la economía provincial. Su labor constituye el embrión del afamado aceite que procede de las variedades Hojiblanca, Picudo, Lechín de Sevilla o la muy prolífica Picual.
Y ese mismo aceite representa uno de sus principales atractivos gastronómicos e incluso turísticos. Porque las extensiones de olivos circundan la propia capital y se alzan por sus comarcas cual tropas perfectamente formadas. Alternan árboles robustos con pequeños plantones de fecunda proyección.
El concurrido santuario de Araceli representa una atalaya perfecta para divisar la superficie de olivos cordobesa y también la de provincias colindantes. Ubicado en el municipio de Lucena, el sinuoso ascenso tiene como premio contemplar el fervor que muestran tanto los lugareños como vecinos procedentes de otras poblaciones a la Virgen del Campo Andaluz.
El descenso, para tranquilidad de quien llega al santuario por primera vez, resulta bastante más sencillo, ya que circunda por una carretera de mayor planicie.

Castillo del Moral

Y una vez adentrado el viajero en el municipio de Lucena en esta época del año, se sorprenderá con su enorme y elaborado belén viviente. Con ovejas y tierras de cultivo incluidas, fiel reflejo de una comarca agrícola y quesera como la Subbética cordobesa.
También en esta población se mantiene erguido el castillo del Moral, donde permaneció preso el regente nazarí Muhammad XII, más conocido en su bando rival, el cristiano, como Boabdil el Chico.
A 28 kilómetros de Lucena, y previo paso por Cabra, Zuheros enarbola su distintivo de formar parte del selecto grupo de los municipios asociados bajo el rótulo de 'Los Pueblos más Bonitos de España'. Sus escasos 700 habitantes se reparten en viviendas de un blanco impoluto que se arraciman en sus empinadas y estrechas callejuelas.
Complicada la convivencia entre peatones y conductores con sus vehículos en tan escaso espacio. Y más difícil incluso aparcar en días concurridos.
La cueva de los murciélagos, a cuatro kilómetros de disfrute senderista, y los reconocibles vestigios de su castillo, coronan la localidad. Y a sus pies, la Quesería de la Sierra Subbética Los Balanchares, en una amplia casona con su tienda y su acristalado restaurante.
Desde allí nos adentramos en la campiña con Bujalance marcado en el GPS del vehículo. Apesadumbrados por una cosecha que no pronostican demasiado fructífera, los vecinos disfrutan de la reconstrucción de su castillo, edificado en el siglo X durante el califato de Abderramán III.
Mantiene enhiestos tres de sus siete torreones originales. Tras un largo proceso de abandono, desde hace una década constituye uno de los ejes vitales de la localidad. Su patio de armas acoge todo tipo de celebraciones.

La torre de Pisa andaluza

Si se observa detenidamente la torre campanario de la iglesia de la Asunción, puede apreciarse su inclinación, que alcanza el metro y medio. Ese importante detalle, junto al hecho de que despunte como la más alta de la provincia en su categoría, con 55 metros, ha inducido a que se la compare, a escala andaluza, con la internacional Torre de Pisa.
Recomendable contemplar el interior del templo, tarea que no resulta sencilla porque suele estar cerrado. Impresiona el retablo renacentista del siglo XVI, con pinturas de Leonardo Enríquez de Navarra.
Una vez en el municipio, la persona aficionada a degustar especialidades culinarias autóctonas disfrutará con la patata rellena de Bujalance, popularizada durante la visita del rey Alfonso XIII y que los bujalanceños o bursabolitanos ingieren con deleite en bares y restaurantes.
Con carne picada, pan rallado, huevo, perejil, algún ingrediente más y mucho esmero configura un producto culinario que compite con los más extendidos flamenquines.
Otro ilustre, el cantante Camilo Sesto, supone igualmente motivo de orgullo para los vecinos por su Himno al Deporte de Bujalance. En la oficina de turismo puede adquirirse el disco compacto. La remozada hospedería La Querencia, antiguo casino, ubicada en la plaza mayor, constituye un buen epílogo a este recorrido.
Visitar la provincia de Córdoba y no desplazarse hasta su histórica capital resultaría imperdonable. Si se llega en vehículo, mejor estacionarlo lejos del centro o hacerlo en alguno de los aparcamientos públicos, como el de calle Sevilla, con pago posterior por minutos. Difícil encontrar otra solución.
Una vez despejada esa dificultad, resta centrar toda la atención en repasar las vidas de eruditos polifacéticos como Maimónides o Averroes, o dejarse llevar paseando por la judería, entrando en la sinagoga o en la iglesia mozárabe o admirando su afamados patios ornamentados.
También, contemplar la deslumbrante visión nocturna del Cristo de los Desagravios y Misericordia, más conocido como Cristo de los Faroles, en la plaza de los Capuchinos. Y, desde luego, saborear cada instante transcurrido en la alcazaba o en la mezquita-catedral, el auténtico emblema de Córdoba.
Eso sí, armándose de paciencia, sobre todo si se visitan en días festivos, por las largas colas. Como recomendación a familias con menores de 12 años, pasar un rato en la Ciudad de los Niños. Lo disfrutarán.


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