Normandía, más que turismo bélico



La imagen de la región de Normandía como referencia de una de las campañas militares más famosas de la Historia, escenario de famosas películas y libros, no puede ocultar la belleza de sus paisajes marinos, el verdor de bosques y prados (cortesía de las muy abundantes lluvias) y la riqueza de su patrimonio cultural.

Si en las pasadas semanas usted vio noticias o reportajes sobre las celebraciones del aniversario del Desembarco, aquí tiene una pequeña guía para saber qué visitar estas próximas vacaciones.

Los aficionados a la historia pueden visitar las cinco playas, de oeste a este: Utah, Omaha, Juno, Gold y Sword. En todas ellas, pero también en ciudades como Bayeux o Caen, hay museos con vehículos, armas, mapas, fotografías y todo tipo de objetos personales de soldados y civiles, como cartas, condecoraciones o imágenes privadas.

Abundan también armas y equipos auténticos, maquetas, objetos de la vida diaria. Y tampoco faltan vehículos de gran tamaño como carros de combate, piezas de artillería o aviones.
En las playas hay abundancia de monumentos, monolitos, placas y banderas en recuerdo a héroes individuales o a las principales unidades que combatieron.


Higgins-Boat Monument en Sainte-Marie-du-Mont . EPA/Thibault Vandermersch.

Un monumento interesante está en la playa Utah, a la altura de Saint Martin de Varreville, donde desembarcó la 2ª División Blindada francesa.


Paseo por el frente

En esa unidad había una compañía, llamada popularmente “La 9”, formada en su mayoría por antiguos combatientes republicanos españoles y que fue la unidad que encabezó la liberación aliada de París en agosto de 1944.
Más allá de la iconografía, pasear por las playas normandas, muy largas y con dunas de arena, permite disfrutar de la belleza del paisaje aunque sea difícil no evocar los momentos trágicos que allí se vivieron hace 75 años.
Por todo el frente también pueden visitarse algunas instalaciones de defensa alemanas, como las baterías de artillería Azeville, Crisbeq o Longues-sur-Mer, que son algunas de las mejor conservadas.
En la primera hay una visita muy bien organizada por los túneles, blocaos y salas, mientras que en las otras dos se conservan incluso algunos cañones.




Toda Normandía está plagada de construcciones de defensa, esos búnkers de cemento gris que pueblan campos, pueblos e incluso jardines. En algunos casos, construcciones modernas se han integrado en los búnkers que existían previamente.

Sin duda, las visitas más impresionantes son las de los cementerios militares que abundan en la región: estadounidenses, británicos, canadienses y alemanes, en los que reposan decenas de miles de soldados.

Destaca entre ellos el cementerio estadounidense de Colleville-sur-Mer, justo encima de la mortífera playa de Omaha, y que alberga casi 9.400 tumbas de soldados caídos en Europa, cada uno marcado por una cruz blanca.

En La Cambe, entre Bayeux y Caen, hay un gran cementerio alemán con algo más de 21.000 tumbas, entre ellas las del famoso as de carros Michael Wittman.

Otra curiosidad es el maniquí con un paracaídas que sigue colgado permanentemente de la torre de Ste.Mere-Eglise, en recuerdo a John Steele, el paracaidista estadounidense que quedó enganchado en el templo en la noche del 5 de junio durante la gran operación de asalto aéreo que precedió a la llegada de tropas por mar.
Y en la playa de Arromanches aún pueden verse los restos del puerto artificial construido tras el desembarco.

Una curiosidad bélica final y muy visitada: Pointe-du-Hoc, una gran batería de artillería situada sobre un acantilado que domina varias de las playas. Un batallón de Rangers (fuerzas especiales estadounidenses) escaló el acantilado de la forma más penosa el 6 de junio de 1944 para conquistar las casamatas. Allí descubrieron que los cañones habían sido retirados y que su sacrificio había sido en vano.

No todo es turismo militar en Normadía

Si se deciden a viajar hasta la zona, no todo va a ser turismo militar. En la Alta Normandía hay algunas joyas históricas como el Mont-Saint-Michel, el islote que queda aislado por el agua del mar durante las fuertes mareas de la costa oeste, y en el cual hay una preciosa abadía románica.
Otra parada interesante es el pequeño puerto de Barfleur, considerado uno de los pueblos más bonitos de toda Francia. Desde sus muelles partió Guillermo el Conquistador con destino a tierras inglesas, como atestigua una plaza situada más allá de los muelles.

En Saint-Vaast-la-Hougue, la marea baja deja ver vastos campos de cría de ostras. Es otro ejemplo de los hermosos pequeños puertos pesqueros de la zona. En Normandía se pueden visitar además estupendos castillos de origen vikingo-normando, como el de Bricquebec, cuyos orígenes se remontan al siglo X u XI.

Cherburgo, la mayor ciudad de la península de Cotentin y con una vistosa fortaleza, tiene un barrio viejo peatonal muy bonito. Es la tierra de los famosos “paraguas de Cherburgo”, que ya tienen hasta un pequeño museo. A solo unos kilómetros al oeste está el pintoresco Port Racine, un diminuto puerto, considerado el más pequeño de Francia.

Por todas partes hay pueblos diminutos, granjas y “chateaux”, construidos con la piedra gris de la zona y tejados de pizarra. Algunas de las antiguas granjas se han reconvertido en pequeños hoteles rurales de gran encanto, muchos bajo la enseña “Gites de France”.
Tierra de mares y prados, Normandía es un paraíso para los amantes del pescado, el marisco y la carne vacuna. Los criaderos de ostras y mejillones, por ejemplo de Saint-Vast-La-Hougue, y los bogavantes, cangrejos y pescados capturados por los pesqueros locales ofrecen productos de primera recién sacados de las frías aguas atlánticas.

En el lado de tierra, la abundancia de ganado vacuno ofrece carne, mantequilla y quesos de primera categoría. Y en las zonas de mareas muy grandes, sobre todo cerca de Mont-Saint-Michel, hay una delicia única: el cordero de “prado salado”. Se trata de animales que comen de los prados que dos veces al día cubren las mareas y cuya hierba está salada. Así, la carne de estos animales tiene un sabor natural salado y no hace falta añadirle más condimento durante su asado.
Crepes y “galettes”, típicos de Normandía y Bretaña, no podían faltar a la cita, bien con relleno salado o dulce.

Y para beber, podemos dejar a un lado los abundantes vinos franceses para centrarnos en el producto local: la sidra normanda, diferente de la española debido a su método de elaboración, y también el poco conocido calvados, un licor de alta graduación que se obtiene a través de la destilación de sidra y que se elabora exclusivamente en Normandía. EFE
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Fuente: EFETUR, Agencia EFE.

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